Introducción. (1) La armadura de par y nudillo. (2) La ornamentación apeinazada. (3) La carpintería nazarí ataujerada. (4) Los Trastámara: la carpintería castellana "a lo morisco". (5) Los católicos reyes. (6) Decadencia. (7) Recuperación. (8) Apuntes finales a modo de conclusiones.
Introducción
Esta es la historia de un singular proceso de hibridación artística.
La armadura de madera de par y nudillo es bien conocida en la carpintería tradicional, pero su ornamentación estrellada inserta en la estructura, la utilización de los cartabones de armar y de lazo y la prefabricación de sus paños, son características propias de la carpintería de armar hispánica, que la diferencia y singulariza.
Cualquier estudio histórico debiera dar cuenta de todos esos extremos. Nos vamos a centrar preferentemente en la ornamentación geométrica.
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1. La armadura de par y nudillo.
Las techumbres de madera que llamamos artesonado ya eran conocidas por los romanos. La llamada de par e hilera y la de par y nudillo, se extendieron por la península en época visigoda procedentes del norte de Europa, donde cubrir con pares no sólo era tradicional, sino que lo sigue siendo, e introducidas en la península por los celtas, suevos y normandos. Territorios con frecuentes lluvias aconsejan estas estructuras a dos o más aguas.
En la Galicia de influencia celta y sueva, se observa una eclosión de este tipo de armaduras, acentuada más tarde por la ruta románica de peregrinación a Compostela. Es poco plausible que fueran originales de oriente o del sur por la escasa pluviosidad, en esas latitudes son más corrientes los techos de madera planos o alfarjes.
Sigue siendo difícil de precisar, por ausencia de armaduras con antigüedad suficiente y de estudios de datación temporal, el lugar y momento de la aparición en la península ibérica de la estructura de par y nudillo.
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Labor apeinazada para las estrellas de ocho. Prefabricación.
2. La ornamentación apeinazada.
En algún momento, en los siglos XI-XII, entre los tiempos almorávides y almohades, surgieron las estructuras de par y nudillo ornamentadas con estrellas de labor apeinazada. Las más antiguas conservadas con ornamentación en el almizate de estrellas y lazos de 8 puntas, se encuentran en la mezquita aljama almohade de Marrakech, en que se sabe de la participación de carpinteros andalusíes en su construcción.
Es probable que en la tradición carpintera toledana se produjera la primera hibridación y asimilación de la ornamentación con motivos islámicos en el almizate y entre los pares mediante los peinazos (la labor apeinazada).
Toledo, ciudad romana y capital visigoda, musulmana desde el 711, fue una importante ciudad de frontera que sería arrebatada a los musulmanes en 1085 por Alfonso VI de León y convertida en capital del unificado reino castellano leonés en 1230 bajo Fernando III, una vez afianzada la frontera sur tras la batalla de las Navas de Tolosa contra los almohades en 1212.
Fue una gran ciudad medieval con una madura tradición constructora y carpintera. Como centro de las tres culturas fue crisol de influencias y receptor y exportador de estilos artísticos, confluyendo influencias artísticas romanas, bizantinas, visigodas, omeyas, mozárabes, mudéjares y góticas. Es cuna del llamado lazo de 8 toledano y, en opinión de Ruiz Souza, lo que allí sucede se repite a diferentes escalas en los distintos centros artísticos de la corona castellana.
La técnica carpintera del par y nudillo ornamentada bien pudo viajar y extenderse desde Toledo por el ámbito andalusí cumpliendo encargos de promotores islámicos, como los almohades; desplazamientos que incentivarían la aparición de las limas moamares y la consiguiente prefabricación de armaduras. También pudiera ser en esta historia hipotética, que la primera aparición de las armaduras apeinazada fuera en la Sevilla almohade.
Es característica del genio artístico islámico absorber las técnicas de los territorios que conquista e imprimirles su sello idiosincrático. Así, el gusto decorativo islámico, con su geometría estrellada, podía satisfacerse mediante los artesonados de par y nudillo, de fácil diseño mediante el simple uso de unos cartabones, y además, ser prefabricados, lo que facilitaba la inserción estructural de una ornamentación geométrica estrellada mediante los peinazos.
Desconocemos el origen de la técnica de los cartabones que solo se utilizan en la carpintería hispánica.
De tiempos almohades datan los primeros antecedentes hispanos de artesonados de par y nudillo con lacería de 8 e, incluso, una puerta con labor ataujerada (véase artesonado de la capilla de Santiago y puerta de la sacristía del Monasterio Real de las Huelgas de Burgos), sin olvidar la señalada influencia almohade en el artesonado de la Catedral de Teruel (siglo XIII).
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Imagen del artesonado de la Catedral de Teruel, de influencia almohade.
3. La carpintería nazarí ataujerada.
La techumbre de la qubba del Cuarto Real de Santo Domingo en Granada o de la nave de la sinagoga toledana del Tránsito, son muestras de la calidad los artesonados apeinazados de tiempos nazaríes (siglo XIV), fuera del espacio alhambreño.
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Artesonado de la "qubba" del Cuarto Real de Santo Domingo en Granada (s.XIV)
Pasada la mitad del siglo XIV, se produce la eclosión artística de la carpintería nazarí en la Alhambra de Granada, tras una primera etapa de artesonados de par y nudillo vistos de labor apeinazada, le sucede otra en que domina la labor ataujerada con profusión de ruedas estrelladas y entrelazadas, bajo la que se confeccionan los más significativos artesonados basados en la simetría octogonal con lazos de 8 y 16 puntas, simetría hexagonal con combinaciones de estrellas de 9 y 12 y ejemplares esféricos (Torre de Comares y de las Damas, Peinador de la Reina, Partal, etc.).
Geometría y carpintería se aúnan sin más objetivo que una sofisticada ornamentación, en un ejercicio de manifestación de poder y autopropaganda de los soberanos.
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Artesonado del Peinador de la Reina en la Alhambra de Granada.
Esta eclosión artística se produce en un tiempo de estrecha relación del monarca castellano Pedro I con su vasallo nazarí, y con la imagen unipersonal, absolutista y jerárquica de los emires granadinos que pretendía transmitir Pedro I en sus construcciones adoptando su estilo artístico. Ambos monarcas colaboraron en las construcciones áulicas de la Alhambra de Granada y los Alcázares sevillanos con intercambio de artesanos e influencias artísticas y constructivas.
Uno de los frutos de ese intercambio fue la aparición en Granada de los primeros ejemplares de artesonados cuajados de ruedas estrelladas con labor ataujerada, labor que facilitó la expansión de los diseños geométricos más complejos con combinaciones de ruedas estrelladas y entrelazadas por toda la armadura. La ornamentación se hace así más variada al independizarse de la estructura, que podía aligerarse.
Bastó para esta innovación el que se trasladara a la construcción de techumbres de madera la técnica islámica de elaboración y montaje de los alicatados cerámicos en el suelo del taller y la tradicional labor de marquetería en los muebles.
Así: se diseñaba la estructura de la techumbre y la trama geométrica, se cortaban las distintas piezas necesarias de madera para formar los lazos estrellados, se fijaban y se claveteaban sobre tablazones con el diseño esbozado, todo ello en el suelo del taller o al pie de la estancia, como en los alicatados; después se insertaba el tablero decorado en los paños de la estructura de par y nudillo y se izaban conjuntamente cuando se montaba en el techo.
Se produce así la segunda hibridación artística en esta hipotética historia: los carpinteros nazaríes adaptaron el estilo del arabesco y su gran variedad geométrica a los artesonados de par y nudillo mediante la labor ataujerada y los sevillanos y toledanos asimilaron los variados diseños geométricos islámicos mediante otro juego de sus tradicionales cartabones, los del lazo.
4. Los Trastámaras: la carpintería castellana “a lo morisco”.
Si el estilo constructivo de Pedro I, prácticamente nazarí en su arquitectura y decoración, trata dar una imagen de poder centralizada y personal en sus construcciones, la nueva dinastía de los Trastámaras que le sucedió tras su dramática muerte, trata de legitimarse a través de sus raíces castellanas. No hay un cambio drástico en el estilo artístico castellano, que desde Fernando III se ha había impuesto en el reino castellano leonés y que, junto al gótico, incorporaba motivos islámicos en la construcción y ornamentación de las obras que promovían, sino que se acentúa la castellanización de “lo morisco”.
Las formas nazaríes son abandonadas por completo a causa de la ruptura de relaciones con Muḥammad V, que inició una política agresiva y de oposición inicial a la nueva dinastía castellana, y se da, en los palacios que los Trastámaras promueven primacía a los talleres carpinteros castellanos, sobre todo al toledano, y a una ornamentación geométrica estrellada con decoración más naturalista y gótica, junto a la heráldica como instrumento propagandístico de legitimación del linaje y signo distintivo de poder.
Los cielos de madera Trastámaras mantienen sobre todo su aspecto estructural apeinazado, ahora incorporando los adquiridos conocimientos geométricos nazaríes en el diseño de ruedas estrelladas y entrelazadas en todos los faldones, con los conocidos cartabones de lazo. Los diseños ejecutados se basan en las ruedas de 8, de 10, no frecuentes en el mundo nazarí, y combinaciones de 9 y 12.
El Palacio Real de León (hoy inexistente), el Alcázar de Segovia (antes de su pavoroso incendio), el reformado palacio de Tordesillas, el Monasterio Real de san Antonio en Segovia, el reformado Salón del Trono del Alcázar de Sevilla con su media naranja, son ejemplos de construcciones o reformas reales de los Trastámaras con armaduras estrelladas de labor apeinazada. Esta forma artística perdurará varios siglos y se extenderá por el reino castellano a partir del siglo XVI.
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Artesonado con ruedas de 9 y 12 del Monasterio de san Antonio el Real en Segovia (s. XV).
Dos son las principales diferencias entre la carpintería nazarí y la castellana, entre otras más técnicas, en la primera, se privilegia el aspecto ornamental sobre el estructural con la labor ataujerada, y en la castellana, priman los aspectos estructurales sobre la ornamentación, propia de la labor apeinazada, limitando la variedad geométrica de los artesonados castellanos. Además, la carpintería nazarí no es estructural, no conforma el techo de la estancia cubierta, sino que por encima de la estructura de madera se superponía la techumbre protectora con otros materiales, pues su fin es meramente ornamental, lo contrario que la castellana.
5. Los católicos reyes.
Extinta la dominación musulmana en la península ibérica tras la toma de Granada en 1492, es sobre todo la católica Isabel quien continúa prestigiando la influencia de la ornamentación morisca en las obras y reformas que acomete, como símbolo, entre otros, de su victoria e impulso en la unificación del naciente Estado.
La nobleza castellana la imita, multiplicándose los encargos a maestros carpinteros cristianos, viejos y nuevos, de artesonados durante el siglo XVI para las iglesias y palacios que promueven, tanto en la recién conquistada Granada y la rica Sevilla, como por la mayor parte de Castilla y León, estilo que se llegaría a exportarse a territorios donde no hubo influencia islámica, como Canarias y el Nuevo Mundo. El siglo XVI es el de la explosión de los cielos “a lo morisco” cuajados de estrellas.
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Artesonado de la Alcoba de la Sala del Príncipe en los Alcázares sevillanos, de principios de siglo XVI.
Es destacable el poco impacto de este estilo mudéjar de artesonados en el reino aragonés, donde proliferan los alfarjes de influencia gótico-renacentista, con la excepción del de la catedral de Teruel, de temprana factura (siglo XIII). Su causa: la monarquía aragonesa y sus élites no sufren ese proceso de “arabización” de su gusto artístico, abiertos a una mayor influencia europea de los estilos gótico y renacentista. El llamado mudéjar aragonés, es un estilo constructivo de promoción local más que cortesano y producto de los materiales (ladrillo, sobre todo) o de la mano de obra que interviene en su ejecución, con una decoración geométrica básica.
La virtuosidad geométrica nazarí decaída durante la continua contienda bélica del siglo XV desaparece definitivamente con su derrota. Tras un período fecundo de la carpintería "a lo morisco" en el siglo XVI, no se advierte desarrollo y evolución en los diseños geométricos por los carpinteros castellanos, por los llamados "iumétricos" (la posición superior en la escala laboral de los carpinteros), que se limitaron a partir del siglo XVI y posteriores a la repetición de diseños de ruedas de 10 y de 9 y 12.
Ya en el siglo XVI, la tradición carpintera de lo blanco empezó a decaer en la calidad de los diseños geométricos, acusando una progresiva pérdida de vitalidad y creatividad.
6. Decadencia.
El impacto estético del renacimiento, asumido por la monarquía imperial española y sus élites, junto a la estética de la contrarreforma, con su barroco excluyente y preferencia por las bóvedas de yeso, producirán la definitiva decadencia de este tipo de artesonados, acabando con todo vestigio ornamental morisco.
El cambio de gustos o estilo decorativo de la segunda mitad del siglo XVI y siglo XVII sumió a la carpintería de lazo en su decadencia, primero del mismo oficio, como ocurrió con los ensambladores de retablos barrocos que desplazaron a los carpinteros tradicionales y luego, con las formas barrocas y clásicas con su estilo “a lo romano”.
Los finiseculares enemigos de la madera, la humedad y sus huéspedes -hongos y termitas- y el devorador fuego o, simplemente, la desidia en la conservación y cuidado de la madera, acabaron con multitud de artesonados.
La prefabricación en el taller que caracterizaba su eficaz construcción y montaje se convirtió en un arma de doble filo, favoreció el que fácilmente se desmontaran y arrumbaran, si no eran recolocados en otro lugar o, simplemente, se expoliaran y vendieran al extranjero, como lamentablemente ocurrió a principios del siglo XX.
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Tres de estos artesonados del palacio de los Cárdenas en Torrijos (Toledo) del siglo XVI y en ruina a principios del XX, fueron a parar al extranjero tras su venta (véase Madrid - MAN).
7. Recuperación.
Desde el último tercio del pasado siglo XX se ha recuperado la memoria y el oficio de esta manifestación artística, al poderse descifrar la forma de diseñar y ejecutar la carpintería de lazo, oscura en su precisa y antigua terminología, gracias al estudio por E. Nuere de dos tratados técnicos del siglo XVII sobre la carpintería de lo blanco, uno escrito en Sevilla por el carpintero Diego López de Arenas (versiones de 1619 y 1633) y otro escrito en Méjico por el monje carmelita Fray Andrés de San Miguel (1630). El primero escribe de la técnica carpintera sobre una colección de muestras de armaduras y el segundo las estudia más atento a su control y diseño.
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Hoy se valora la genialidad y maestría de esta manifestación artística gracias a algunos arquitectos y carpinteros que se han empeñado en no olvidar estos espectaculares cielos estrellados de madera, producto del genio artístico de unos hispanos que, con independencia de su credo, los crearon con unos simples cartabones y el repiqueteo de sus martillos sobre la madera.
8. Apuntes finales a modo de conclusiones.
Esta es la historia hipotética de una hibridación cultural en dos momentos, el primero, dio origen a armaduras de par y nudillo tradicional de la carpintería castellana con una ornamentación islámica de estrellas de 8 puntas mediante la labor apeinazada, y el segundo, produjo una ornamentación con combinación de ruedas estrelladas característica de los diseños islámicos por el conjunto de la armadura, bien inserta en la estructura mediante la labor apeinazada o bien superpuesta a ella con la labor ataujerada.
Para E. Nuere hay suficientes elementos diferenciadores para poder concluir que al final de esta hibridación, hubo dos carpinterías: una nazarí y otra castellana. Ambas divergieron, la rama estructural castellana tuvo su continuidad gracias a los Trastámaras en los siglos XV y XVI hasta su decadencia, es la denominada mudéjar, aunque preferimos "a lo morisco", mientras que la otra, la nazarí, tras su derrota, pervive allende el Estrecho.
Como hemos destacado al principio, el artesonado de par y nudillo de labor apeinazada o ataujerada, con ornamentación estrellada y entrelazada, ejecutada mediante los cartabones de armar y de lazo, es un producto genuino de la carpintería de armar hispánica, que la diferencia y singulariza del resto, aunque solo sobreviviera uno de sus retoños en las iglesias y palacios castellanos y andaluces.
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